Música dormida

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Música dormida

4 mar 2018

¿Sonidos con significado?


Aunque cueste creerlo, todavía hay gente que piensa que la música no significa nada por sí misma. No son muchos, pero son honorables porque proceden del mundo de la academia.

Sin embargo es diferente con la gente normal. Casi todo el mundo dice que la música le expresa cosas: recuerdos, sentimientos, imágenes…

Pero los altos académicos suelen rechazarlo. Lo asocian con el romántico Longfellow: “La música es el lenguaje universal de la humanidad”[1]. Eduard Punset, en Redes[2], sacó al profesor Stefan Koelsch y ciertos estudios que mostraban que en Camerún los oyentes virginales podían distinguir entre nuestra música “alegre”, “triste” o “aterradora”. Eso consternó a algunos académicos.

  
HISTORIA DEL RECHAZO

El rechazo hacia la música con “significado” se entiende muy bien por los abusos que se dieron en ese Romanticismo de claros de luna, Papillons, Faustos, masacres de Sardanápalo, batallas de los hunos, sueños de una noche de aquelarre, etc.

Así que surgió un anti-romanticismo que negaba que la música pudiese significar emociones. El núcleo de aquello fue Eduard Hanslick (1854): “La representación de un sentimiento […] no está de ningún modo entre las características de la música”[3].

Y el punto/personaje álgido de este anti-romanticismo fue Stravinsky: “Considero que la música, desde su misma naturaleza, no tiene esencialmente ningún poder para expresar nada, ni un sentimiento, ni una actitud de la mente o estado psicológico, ni un fenómeno natural, etc.”[4].

O también Edgar Varèse (1883-1965): “Mi creencia es que mi música no es capaz de expresar nada sino a sí misma”[5].

Incluso Leonard Bernstein argumentó contra el significado en la música: “La música nunca trata de cosas. La música simplemente es”[6].

Y este rechazo se ha extendido hasta hoy. Leemos en el Facebook de un director de orquesta actual: “Es la p[…] historia de música y significado, asociación llena de veneno. Una fuga de Bach no significa nada fuera de la música”.



¿Y QUIÉN TIENE RAZÓN?

Pues a la gente normal eso de que la música no pudiese significar emociones o imágenes le sonó a tertulia de filósofos divinos. Y surgieron posiciones más equilibradas entre músicos y filósofos: Aaron Copland, que escribió que la música siempre quiere decir algo, aunque no sea expresable con palabras;[7] y, por supuesto, la filósofa Susanne Langer (1942), para quien la música cumple una importante función simbólica mucho mejor que el lenguaje verbal. Eso lo apoyó Fubini (1973): “La música […] no tiene significado [verbalizable], [pero] es significativa para cuantos lo escuchamos”[8].



ENTONCES: ¿CÓMO DIVULGAMOS/IMPARTIMOS LA MÚSICA?

¿Es útil que los niños, los jóvenes, los aficionados, asimilen la música a sentimientos no musicales?… La experiencia nos dice que sí. Pero ¿es “legal”?…

Quizá habría que acudir a Ludwig Wittgenstein, quien dijo que “el significado de una palabra es su uso en el lenguaje” (nº 43), “si ocurre en un juego de lenguaje particular” (nº 261).

De manera que sería casi lo mismo para la música. ¡Es la gente la que acaba estableciendo el significado de los giros musicales!: tal acorde menor, tal “suspiro” de los violines, tal glissando de arpa, tal fanfarria… La música significará finalmente lo que la gente convenga, si operan ciertas normas, ciertas coherencias conscientes o inconscientes.

Incluso el filósofo analítico Peter Kivy (2001) viene a decir que, incluso aunque admitamos que una sonata no signifique emociones, nosotros se las damos, igual que atribuimos tristeza al rostro de un san Bernardo[9]. Es decir, da igual si la música en sí es expresiva o no, porque lo que actúa es “un profundo estímulo musical inspirado en lo que estoy escuchando”[10]. Yo soy el autor de esa asociación.

Según esto, no es anti-artístico ni contra natura que la gente aprehenda la música ligada a elementos de su vida real. Sería incluso conveniente. Y estaría en la tradición de Bach, Beethoven, Brahms, Wagner, Mahler, Shostakovich… No se puede pedir más. Bienvenidos, pues, ríos, montes, amores y universos.





Enlace al programa “Música y significado” en Radio Clásica (RTVE): http://www.rtve.es/alacarta/audios/musica-y-significado/



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[1] Frase de Henry Wadsworth LONGFELLOW (el de Hiawatha) en Outre-Mer: A Pilgrimage Beyond the Sea, 1835.

[2] http://www.rtve.es/television/20111009/musica-emociones-neurociencia/465379.shtml

[3] Eduard HANSLICK, On the Musically Beautiful. Hackett Publishing Company, Indiana 1986, pág. 9.

[4] Igor STRAVINSKY, An Autobiography (1935). Calder and Boyars ed., 1975, pág. 53.

[5] Citado en Jean-Jacques NATTIEZ, Music and Discourse: Toward a Semiology of Music, pág. 108.

[6] Leonard BERNSTEIN, El maestro invita a un concierto (1962). Ediciones Siruela, Madrid 2002, pág. 29.

[7] Aaron COPLAND, Cómo escuchar la música (1939). F.C.E. México 1994, pág. 29.

[8] Enrico FUBINI, Música y lenguaje en la estética contemporánea (1973). Alianza Música 1994, pág. 83.

[9] Esa tesis la obtiene de Bouwsma. Ver Peter KIVY, Nuevos ensayos sobre la comprensión musical. Paidós, Barcelona 2005. Pág. 130.

[10] Peter KIVY, Nuevos ensayos sobre la comprensión musical. Paidós, Barcelona 2005. Pág. 138.




Luis Ángel de Benito Ribagorda