Música dormida

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2 sept 2018

El Ciclo de la Nieve

Nota de Héctor Mauas

“…un pianista insomne busca, en la noche, los restos de una música que se ha perdido. Son siempre pasos en la nieve; marcas silenciosas en una superficie blanca: allí se encierra el sonido de los sueños”...*

Borges creó la ficción como registro tardío de un narrador que no sabe qué cosa está contando, ni tampoco lo comprende. Es el testimonio de un sujeto que escribe a su pesar, abrumado por el espanto que le causa el abismo entre la prolijidad de lo real y la proliferación fantasmal del lenguaje.
Porque no tiene más remedio que recurrir a la letra, a la que sabe insuficiente para entrelazarse con la vida, se empeña en la persecución inútil de una palabra estricta. Escribe, acaso como todos, entre la incredulidad y la resignación, siempre a solas, pero al mismo tiempo le resulta necesario suponer la existencia de un lector, de preferencia indiferente y lejano.

Esa lectura extrañada rompe la hegemonía de lo escrito y le inocula diversidad –una diversidad no caótica-. Surgen signos que permanecen suspendidos de un tiempo futuro; son signos que nada dicen aún.
En la acepción musical del término, leer es interpretar, a semejanza de la ejecución de una partitura que, fatalmente, introduce variaciones, estilos.
La escritura, entonces, es un acto que pliega y repliega las envolturas del vacío.

Un cuerpo escrito somos, que afanosamente busca leer el universo, y que, en su porfía, deja huellas en la superficie ruidosa del mundo y del papel.
Es papel hecho de nieve socavada.

* Ricardo Piglia; “Retrato del artista”, en “Formas breves".

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